
Preinsolvencia en Madrid: 10 errores que arruinan al empresario
Si diriges una empresa en Madrid, eres autónomo o has avalado a tu propia sociedad, hay un momento incómodo que quizá ya intuyes: las cuentas empiezan a ir demasiado justas, el banco aprieta y empiezas a oír palabras como concurso de acreedores, reestructuración o segunda oportunidad.
En esa fase previa a la insolvencia es cuando se cometen los errores más caros. Muchos tienen que ver con avales personales, garantías cruzadas y decisiones “para ganar tiempo” que luego se vuelven en tu contra en el concurso y, a veces, en tu patrimonio personal y familiar.
Este artículo está escrito para ti: empresario, pyme o autónomo en Madrid que ve venir el problema y quiere saber, con claridad, qué NO debe hacer.
¿En qué punto estás ahora mismo?
- Ya has firmado avales y te preocupa tu vivienda o la de un familiar.
- Vas tirando de pólizas y refinanciaciones pero la tesorería no da.
- Debes a Hacienda, Seguridad Social o bancos y ya no llegas a todo.
Si te reconoces en uno o varios de estos escenarios, estás en preinsolvencia. No es el final, pero es el momento en el que un error puede costar años de trabajo y parte de tu patrimonio personal.
1. Firmar avales personales “para salvar el momento”
El banco exige aval personal, hipoteca sobre la vivienda familiar o aval de un familiar. “Si no firmas, no renovamos”. Es una escena muy típica en empresas madrileñas.
Lo que casi nadie te explica es que, si tu empresa es declarada en concurso, las garantías concedidas en los dos años anteriores pueden ser revisadas y atacadas mediante acción rescisoria concursal si se considera que han perjudicado al resto de acreedores.
Además, que una operación sea rescindible no significa que el avalista quede automáticamente a salvo. La posición del avalista es técnica y delicada: puede verse atrapado en una deuda que, en la práctica, sobreviva al propio concurso. Por eso, el peor momento para firmar un aval es precisamente cuando ya estás en preinsolvencia.
Si estás a punto de firmar un aval en esta situación, párate y consúltalo antes. Es más barato revisar un contrato que defender una vivienda en ejecución.
2. Reforzar a un acreedor concreto a costa de todos los demás
Otro clásico: tienes varios acreedores, pero “salvas” solo al banco o al proveedor que más ruido hace, dándole nuevas garantías o mejorando sus condiciones, mientras el resto se queda fuera.
En concurso, este tipo de operaciones se revisan con lupa. La ley permite rescindir actos que rompen la igualdad entre acreedores y, en escenarios graves, pueden empujarte a un concurso culpable, con responsabilidad personal.
Regla práctica: cualquier movimiento que mejore claramente la posición de un acreedor en detrimento de los demás debe revisarse antes con un abogado concursal.
3. Sacar patrimonio a familiares o sociedades “de casa”
Vender por debajo de precio, donar o cambiar titularidad de bienes a familiares o sociedades vinculadas en la fase de preinsolvencia es uno de los errores más graves.
En el mejor de los casos, el administrador concursal pedirá que esos bienes vuelvan al patrimonio para repartirlos entre acreedores. En el peor, esa maniobra se puede conectar con delitos de insolvencia punible o alzamiento de bienes, con responsabilidad penal para el administrador o empresario.
Si necesitas reorganizar patrimonio, hazlo con planificación y papeles, no con movimientos improvisados “para que no me lo quiten”. Es la diferencia entre defender tu patrimonio y regalarle argumentos al juez o al fiscal.
4. Préstamos o avales intragrupo sin análisis de impacto
Muy frecuente: la sociedad “sana” del grupo presta dinero o avala a la “enferma” para apagar fuegos. Sobre el papel parece lógico: “estamos ayudando a salvar la empresa”.
En la práctica, si la situación se agrava y ambas acaban en concurso, la sociedad que parecía sana puede verse arrastrada y sus acreedores reclamar que esas operaciones se deshagan. Es decir, tú solo querías ayudar y terminas multiplicando el problema.
Antes de que una sociedad del grupo avale o financie a otra que ya está tocada, necesitas un informe mínimo: liquidez, viabilidad y qué ocurre si las cosas salen mal.
5. Vivir de refinanciación en refinanciación sin un plan real
Póliza que vence, póliza que renuevas. Nuevo préstamo para pagar préstamos antiguos. Y, mientras tanto, el negocio no mejora.
Encadenar refinanciaciones sin un plan de viabilidad real solo consigue una cosa: aumentar deuda y firmar más avales. Cuando se abra un concurso, el juez y la administración concursal mirarán esa cadena de operaciones y valorarán si realmente estabas intentando salvar la empresa o ganar tiempo a costa de los acreedores.
Una refinanciación tiene sentido si viene acompañada de un plan: recorte de gastos, venta de activos, reestructuración real. Si solo alarga la agonía, te está acercando a una calificación culpable.
6. Dejar de documentar decisiones importantes
Cuando las cosas van mal, muchas decisiones se toman “por teléfono” o “de palabra”: a quién se paga, a quién no, por qué se salva a un proveedor y se deja de pagar a otro.
En concurso, quien reconstruye esa historia es la administración concursal. Si no hay correos, actas, informes o decisiones mínimamente documentadas, la versión que prevalece rara vez es la tuya.
A partir del momento en que ves que la tesorería aprieta, debes redoblar la disciplina documental: qué se decide, quién lo propone, qué alternativas se valoraron. No es burocracia; es tu defensa futura.
7. Descuidar la posición de avalistas y fiadores
Detrás de muchas empresas de Madrid hay un mapa de avalistas: socios, administradores, padres, hermanos o amigos que “pusieron la firma” para sacar adelante la financiación.
Cuando llega el concurso, la mayor parte de las personas piensa que, si la empresa entra en un proceso colectivo, “la deuda desaparece”. No es así. La ley concursal deja claro que la exoneración de deudas del deudor principal no borra los derechos del acreedor frente a obligados solidarios, fiadores o avalistas.
Traducción: la empresa puede cerrar o reestructurarse, y el banco seguir reclamando al avalista como si nada hubiera pasado. Ignorar esta realidad es uno de los errores más caros en términos personales y familiares.
Ejemplo real simplificado
Juan, administrador de una SL de reformas en Madrid, avaló con su vivienda una póliza de crédito que refinanciaba deudas antiguas. Ocho meses después, la empresa entró en concurso. El banco negoció en el procedimiento, pero, en paralelo, inició ejecución hipotecaria contra Juan. El error no fue solo haber avalado, sino haberlo hecho cuando la empresa ya estaba objetivamente en preinsolvencia, sin analizar alternativas.
8. Creer que “la Segunda Oportunidad lo arregla todo”
La Ley de Segunda Oportunidad es una salida real para empresarios y autónomos de buena fe, pero tiene límites. No borra todas las deudas, ni mucho menos todas las derivadas de avales y garantías personales.
La legislación actual distingue claramente entre deudas exonerables y no exonerables, y protege de forma especial a ciertos acreedores y a quienes confiaron en garantías de terceros. Pensar que “ya me acogeré a la Segunda Oportunidad y se borrará todo” lleva a tomar decisiones imprudentes hoy.
La Segunda Oportunidad no es un botón mágico: es una herramienta potente, pero exige planificación y cumplir requisitos estrictos.
9. Ver la preinsolvencia como un problema solo financiero
Si ves la preinsolvencia como un problema “de números” que se arregla solo con más financiación, te estás dejando fuera la mitad del tablero.
Cada decisión financiera que tomes ahora se valorará después con ojos de juez: a quién pagaste antes, a quién dejaste al final, qué hiciste con tu patrimonio personal, cuánto tardaste en reaccionar.
Si solo hablas con tu banco y tu asesor fiscal, falta una pieza clave: alguien que mire esas decisiones desde la óptica de la responsabilidad futura para que no te encuentres sorpresas en la fase de calificación del concurso.
10. Ignorar las alertas tempranas
Hay señales que, si se repiten, no son un bache: son un patrón de preinsolvencia:
- Tesorería constantemente al límite.
- Impagos o retrasos con Hacienda o Seguridad Social.
- Bancos que recortan líneas o endurecen condiciones.
- Proveedores clave que ya no te sirven “a confianza”.
La diligencia del administrador no se mide el día que presenta el concurso, sino desde que estas alertas eran objetivamente visibles. Ignorarlas puede llevar a un concurso culpable y a que el procedimiento no termine solo con la empresa, sino contigo como administrador.
¿Qué hacer si ves venir la insolvencia en Madrid?
- Haz un mapa de riesgos: lista avales, garantías, préstamos intragrupo y deudas públicas. Sin foto completa, no hay estrategia.
- Pon por escrito las alertas: tensiones de tesorería, impagos, refinanciaciones encadenadas. Ayuda a decidir y a defender tu actuación si hay concurso.
- Define una estrategia preconcursal: negociar con acreedores clave, valorar un concurso ordenado antes de que todo explote o estudiar un plan de reestructuración.
- Protege a las personas: revisa la posición de socios, administradores y familiares que hayan avalado. No todos tienen el mismo riesgo ni las mismas opciones.
- Valora tu propio Plan B: si eres empresario o autónomo, estudia con calma si la Ley de Segunda Oportunidad encaja en tu situación y cómo afectaría a tus avales y tu patrimonio.
Si te ves en uno de estos errores, no esperes a que llegue la demanda.
Hablamos de tu caso en concreto y te explicamos, con papeles delante, qué margen real tienes.